Ponemos excusas falsas para evitar un compromiso social, mentimos a alguien no muy íntimo…Al principio son mentiras pequeñas, pero después se convertirán en grandes falsedades que complicarán nuestra vida y nuestras relaciones sociales. Todo comienza cuando deja de ser inocente y empezamos a engañar de forma indiscriminada, transformando nuestra vida en una total ilusión.
¿QUE ES LA MITOMANÍA?
La psiquiatría definió al hábito de mentir constantemente como mitomanía. Se trata de una tendencia del carácter o constitutiva de la persona –niño o adulto- a mentir, a crear y creer fábulas inventadas o a simular.
El mitómano encuentra que todos los medios son buenos para tergiversar la realidad: las mentiras, fábulas, las fabulaciones, y hasta simula enfermedades mentales y/o físicas. Puede clasificarse en mitomanía vanidosa y mitomanía perversa.
• La mitomanía vanidosa está caracterizada básicamente por fanfarronadas: proezas atléticas, actos de adoración, éxitos amorosos, salvatajes heroicos, fortunas hábilmente ganadas, etc.
• La mitomanía perversa se caracteriza por una agresividad y necesidad de dañar al otro. Toma formas diversas: difamación, denuncias, falsas acusaciones, falsos atentados, cartas anónimas. Es de notar que son mitómanos mucho más peligrosos cuando son “buenos actores” y logran convencer fácilmente a quienes los escuchan.
Las mentiras surgen como sustituto de las cualidades reales que el sujeto no encuentra en sí mismo, debiendo sustituirlas por ficción, la que sirve de apoyo para soportar el miedo que el mundo le ocasiona.
Clínicamente no podemos definirla como un padecimiento, sino que forma parte de varios trastornos, por ejemplo de los trastornos de personalidad. El diagnóstico no puede establecerse hasta los 18 años, cuando se consolida la personalidad madura. Esto, a pesar de la existencia de niños y adolescentes mentirosos.
También hay trastornos ficticios, donde corresponde ubicar al mentiroso crónico. En este trastorno, se inventan enfermedades tratando de obtener beneficio de la situación. A diferencia de la somatización, que produce síntomas físicos por razones internas, para obtener ganancias externas de manera conciente (por ejemplo: lograr la asignación de una discapacidad médica). O cuando se obtienen ganacias internas, logrando el protagonismo.
En el TLP (trastorno límite de la personalidad), donde la inestabilidad de la percepción de la propia imagen se debe a fallas en determinadas áreas de la vida. Decir mentiras puede aportar equilibrio y aliviar angustias.
Lo que busca una persona mitómana es siempre obtener algún provecho, las invenciones son un truco con un fin. Es en general un individuo inestable, sugestionable y particularmente teatral. Aunque al comienzo la simulación o la mentira son un hecho consciente, luego se verá a sí mismo como parte de su juego.
Dicho en otras palabras: acaba creyéndose sus propias mentiras. Sin embargo la caída en su propia falsedad es una convicción frágil y por lo tanto siempre reversible. Con ayuda de especialistas se puede salir de esto, con voluntad y un cambio profundo en la manera de pensar.
Por último tenemos que aceptar que son muchas las veces en que faltar a la verdad –sobretodo si es muy dolorosa para un ser querido o si puede perjudicarnos irremediablemente- es un recurso válido. Pero existe un límite y respetándolo todos podemos lograr el equilibrio viviendo más cerca de la sinceridad que de la mentira.
¿QUE ES LA MITOMANÍA?
La psiquiatría definió al hábito de mentir constantemente como mitomanía. Se trata de una tendencia del carácter o constitutiva de la persona –niño o adulto- a mentir, a crear y creer fábulas inventadas o a simular.
El mitómano encuentra que todos los medios son buenos para tergiversar la realidad: las mentiras, fábulas, las fabulaciones, y hasta simula enfermedades mentales y/o físicas. Puede clasificarse en mitomanía vanidosa y mitomanía perversa.
• La mitomanía vanidosa está caracterizada básicamente por fanfarronadas: proezas atléticas, actos de adoración, éxitos amorosos, salvatajes heroicos, fortunas hábilmente ganadas, etc.
• La mitomanía perversa se caracteriza por una agresividad y necesidad de dañar al otro. Toma formas diversas: difamación, denuncias, falsas acusaciones, falsos atentados, cartas anónimas. Es de notar que son mitómanos mucho más peligrosos cuando son “buenos actores” y logran convencer fácilmente a quienes los escuchan.
Las mentiras surgen como sustituto de las cualidades reales que el sujeto no encuentra en sí mismo, debiendo sustituirlas por ficción, la que sirve de apoyo para soportar el miedo que el mundo le ocasiona.
Clínicamente no podemos definirla como un padecimiento, sino que forma parte de varios trastornos, por ejemplo de los trastornos de personalidad. El diagnóstico no puede establecerse hasta los 18 años, cuando se consolida la personalidad madura. Esto, a pesar de la existencia de niños y adolescentes mentirosos.
También hay trastornos ficticios, donde corresponde ubicar al mentiroso crónico. En este trastorno, se inventan enfermedades tratando de obtener beneficio de la situación. A diferencia de la somatización, que produce síntomas físicos por razones internas, para obtener ganancias externas de manera conciente (por ejemplo: lograr la asignación de una discapacidad médica). O cuando se obtienen ganacias internas, logrando el protagonismo.
En el TLP (trastorno límite de la personalidad), donde la inestabilidad de la percepción de la propia imagen se debe a fallas en determinadas áreas de la vida. Decir mentiras puede aportar equilibrio y aliviar angustias.
Lo que busca una persona mitómana es siempre obtener algún provecho, las invenciones son un truco con un fin. Es en general un individuo inestable, sugestionable y particularmente teatral. Aunque al comienzo la simulación o la mentira son un hecho consciente, luego se verá a sí mismo como parte de su juego.
Dicho en otras palabras: acaba creyéndose sus propias mentiras. Sin embargo la caída en su propia falsedad es una convicción frágil y por lo tanto siempre reversible. Con ayuda de especialistas se puede salir de esto, con voluntad y un cambio profundo en la manera de pensar.
Por último tenemos que aceptar que son muchas las veces en que faltar a la verdad –sobretodo si es muy dolorosa para un ser querido o si puede perjudicarnos irremediablemente- es un recurso válido. Pero existe un límite y respetándolo todos podemos lograr el equilibrio viviendo más cerca de la sinceridad que de la mentira.
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