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DESTAPATE LAS FRIAS!!!
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lunes, 4 de octubre de 2010
Historias de cantina y arrabal...
Lo que encierran sus paredes...
Por: Mario Minguer
Muchas veces la mejores cosas de la vida se aprenden de manera casual, sin advertilas, sin tener conciencia de ello, como dando por hecho que la historia esta ahí en la calles para bebérsela, para embrutecerse en sus entrañas y verle sus bajos relieves a cada escena, a cada lugar, a todos esos sitios en los que has detenido a contemplar el girar del mundo con la vaga idea de conocer ese misterioso entorno que nos habra de sorprender...
Así estuve recordando cosas del ayer y valorando tanto experiencias vividas de lo más circunstancial, como el haber pisado por primera vez una cantina, sí, esos refugios tan peculiares que aprendimos a reconocer en películas, en pensamientos de Francisco de Quevedo y hasta en una que otra pintura, sí, esos sitios de tertulia y aquelarre que me negaba a descubrir...
Fue entonces cuando sabía por conciencia de la aceptación que por fin entraría a una cantina del Centro y aún siento los nervios del principio, esos de los de tu primera vez, pero ya estando ahí en el lumbral de La Polar, me mostré según yo valiente, temerario, seguro de mi mismo, como queriéndole decir a todos que ya era todo un hombre de barba y pelo en pecho....Pero siendo honesto entré a la cantina sin nada de eso, de dónde si recién me cambiaba la voz, bueno ni una leve señal de un bigotito naciendo, nada pero un hambre que me sentó de inmediato en la mesa y me hizo pedir lo mismo que lo señores con los que iba pero doble y sí, me llevaron dos cocas solas y mi arroz con dos huevos...
A quién quería engañar si el mismo mesero se me quedó viendo como queriéndome pedir una identificación para checar mi mayoría de edad, eso sí yo iba de traje y corbata como los demás y ni eso me ayudó para evitar salir de ahí como avergonzado en una de mis primeras citas con el alcohol.
Después lo fácil fue tomar la primera copa, me acuerdo que fue Solera con Coca que entiendo les gustaba mucho en ese entonces, como que era una forma de beber con cierta finura, pero no dejaba de ser un brandy que no me hacía tan feliz...El caso es que pasé de sólo acompañar a mis jefes a todos esos centros de fuga laboral a de pronto visitarlos por convicción personal, muchas veces llegué a ir solo y le conocí al centro de México sus entrañas, donde se han escrito grandes historias, muchas acompañadas de pulque con muñeca y otras tantas de Vinos y botanas.
La historia de Don Vale, un cantinero de buen talante, de facha Ibérica y corazón sonriente, de esos que te hacen sentir en casa, de los que saben lo que te pasa como sabios pensadores, de los que te dicen sólo las cosas que quieres escuchar, de los que tienen el temple exacto para mezclar tus penas con un buen ron y su toque de fernet, acompañado de Don Vicente o Pepe y de comparsa una charla de altura que en muchas ocasiones te hace olvidar que estas dormido en la barra de una cantina.
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